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jueves, 22 de septiembre de 2016

El irresistible atractivo del pesimismo

«Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad»
Jean-Paul Sartre
Recientemente me quedé absolutamente desconcertado cuando circuló un bulo por Internet (propagado por Cultura Inquieta, cada vez más amarillistas, pero eso si, muy hipsters) sobre el origen de la palabra "dabuti". La historia, muy elaborada, pero completamente falsa, situaba el comienzo del uso de la expresión en la corte de Don Amadeo de Saboya cuando, en realidad, es una palabra de origen caló, el dialecto gitano (no confundir con la lengua Romaní), al igual que otras expresiones como gili, chugo, menda, piños, molar, catear, napia, currar... nada extraño en un país que niega constantemente sus influencias culturales de origen gitano con la misma intensidad que negamos nuestra historia islámica medieval o damos la espalda a nuestros vecinos atlánticos de Península Ibérica.

Lo que me desconcertó no fue que circulase un bulo elaborado por Internet. Eso no es ninguna noticia. Me sorprendería más que, por ejemplo, pasasen veinticuatro horas sin que me alcanzase alguno. Eso si sería sorprendente. Los bulos alimentan el ego de quien los crea y cumplen la función de proporcionar información personal y desinformar a quien está interesado en recopilar esa información o confundir sobre un asunto. Son inevitables porque son incontrolables sin una "cultura de la Red" que aún no existe o, al menos, no está extendida entre todo el mundo y porque muchos, "por si acaso" y con la mejor voluntad, llenan los espacios virtuales de morralla inútil y/o contraproducente.

Lo realmente desconcertante fue un comentario de una paisana cuando alguien señaló la incorrección de la información. Fue algo así como: 

"Joder, ya está el listo de turno estropeando nuestra ilusión. ¡Qué más da! Es una historia presiosaaaa ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ "

Increíble ¿no?

Aclaro que en esta ocasión el listillo de turno no era yo ni tenía ninguna relación con él.

Me consta que a cierto nivel inconsciente nos es más fácil creer lo que queremos creer. Que incluso hay quien es vagamente consciente de ello y no le importa demasiado. Que hay quien decide "escoger" qué creer según sean más o menos agradables los supuestos resultados y consecuencias de su creencia (no de la creencia en si misma, sino de esa creencia si fuese cierta, con independencia de que lo sea). Gente que hace el difícil ejercicio orweliano del "doblepensar", haciéndose "creyente" y partidario de algo que sabe que no es cierto, a veces con una intensidad furibunda inversamente proporcional a lo insostenible de la idea sostenida. Quizá un cortocircuito en la lógica durante la infancia que hace a su mente aceptar ciertos elementos "mágicos" que un adulto no debería incluir en sus razonamientos si quiere que sean de utilidad para resolver situaciones reales.

Pero cuando es verbalizado tan explícitamente como la mendruga a la que nos referimos resulta desconcertante.


Un comentario así es el fin de todo intento de mantener una discusión racional con un ser humano. Es el colmo del "burrismo", es negar la premisa aristotélica de que todos los seres humanos desean alcanzar, por naturaleza, el conocimiento y, mucho me temo, que es la explicación de muchos fenómenos sociales desconcertantes sobre conductas políticas y actos religiosos. por supuesto detrás está un ejercicio de "superstición": la idea de que el simple deseo de que algo sea de una determinada manera influye de alguna manera en los hechos, realmente, sean como se pretende.

Por supuesto ser filósofo o científico es exactamente lo contrario. Es mantener la duda o el escepticismo y apoyarse en la razón o en evidencias empíricas y nunca sobre deseos. Luego la historia de la filosofía y de la ciencia la hacen seres humanos que, inevitablemente, están sujetos a pasiones y esperanzas, que por más que quieran no pueden evitar querer llegar una conclusión o un resultado y que tienen que ser discutidos y supervisados por adversarios intelectuales o una comunidad de iguales que llegue a los mismos resultados independientemente. Sobre las sutilezas del "contexto de descubrimiento" y el "contexto de justificación" en el desarrollo de la ciencia les aconsejo de forma vehemente la lectura del filósofo Imre Lakatos (no, Jan, no es el que jugaba en el Oviedo)

La "aceptación de hechos objetivos" es complicada, porque nuestro enfoque personal, nuestros anhelos y deseos, nuestro talante optimista o pesimista (¿objetivista?), puede influir en nuestra percepción de ellos. Casi nunca ponemos en cuestión nuestra propia emoción a la hora de interpretar o dar la opinión sobre algo. Siempre damos por supuesto que lo que percibimos son hechos objetivos, desprovistos de optimismo o pesimismo.

¿Sería posible y legítimo elegir cómo percibir el mundo? ¿Sería moralmente válido esforzarse en ver las cosas de forma "optimista" como un prisma que nos aportase alguna ventaja?

Bueno, como decía uno de mis profesores de filosofía de la ciencia, el optimismo y el pesimismo son dos estrategias adaptativas y cada una tiene sus ventajas e inconvenientes. El optimismo es "ponerse en lo mejor" y el pesimismo "ponerse en lo peor", por lo que observar el mundo bajo un prisma u otro será de mayor o de menor utilidad dependiendo de, por un lado, el tipo de problema que enfrentemos, por otro simplemente el puro y simple azar con el que los acontecimientos devengan.


Siento en lo hondo de mi que intentar no dejarse llevar por el optimismo es un ejercicio necesario para vivir apegado a la realidad, para no construirse un mundo propio lleno de flores y pajaritos cantando, para no creerse una serie de fantasías que, en definitiva, deforman el Universo para hacerlo más atractivo pero que no son mejores que vivir bajo la deformación de un sueño psicodélico inducido por LSD.

Por otro lado pienso, también, que el pesimismo es muchas veces una pose estética. Una forma de atraer la atención, de hacerse notar con un maquillaje de criatura atormentada que vende muy bien.

No podemos estar seguros de que los cosas son como pensamos que son. Un optimismo o un pesimismo moderado, eso si, nos llevará a la acción, a hacer lo que nos lleve hacia lo mejor o a prevenir lo peor. Un fatalismo o un estado de éxtasis místico, por el contrario, nos llevan al inmovilismo, a pensar que nada va a salir mal o a que no se puede hacer nada para que las cosas salgan bien. En definitiva, nos apartan ambos extremos de la acción, de la toma de decisiones, de poner en marcha procesos que nos lleven a alguna parte.

En definitiva, todos estamos solos.

´La soledad es una fuerza que te aniquila si no estás preparado para superarla, pero que te lleva más allá de tus posibilidades si sabes aprovecharla para tu propio beneficio´ 
Reinhold Messner 

P.S. Luis, otro día hablamos de lo tuyo, que para unir ambos temas hay que meter al pesado de Kant. 

jueves, 14 de enero de 2016

El dilema de Pedroche

El Principio cierto por excelencia es aquel respecto del cual todo error es imposible [...] Pero ¿cuál es este principio? Es el siguiente: es imposible que el mismo atributo pertenezca y no pertenezca al mismo sujeto, en un tiempo mismo y bajo la misma relación.
Aristóteles, Metafísica, Libro Cuarto, III

Un dilema, sensu stricto, es una forma lógica en la que se presentan dos argumentos de manera mutuamente excluyente.

Fuera de los lenguajes inventados por el ser humano para el cálculo. Fuera del álgebra lógica y la matemática, más allá de los lenguajes de programación, un dilema humano es algo que tiene un carácter psicológico. Un dilema es lo que vivimos o lo que la sociedad vive como un dilema, algo que no tiene fácil solución, lo que en filosofía se llama una aporía. Un camino que no permite seguir avanzando.

Los dilemas morales no tienen una forma lógica. Son complejos, multiformes, permiten dar razones a favor y en contra para "poner en la balanza" cuando, de hecho, no tienen nada que ver con unas magnitudes que se puedan pesar en los platillos.

De hecho, ante cualquier problema político, ante cualquier protesta contra un abuso o injusticia, saben los injustos que siempre pueden argumentar, sembrar la duda y presentar un "dilema" que polarice las opiniones y mande al terreno del debate público lo que podría estar en el terreno de la indignación y la exigencia de que rueden cabezas.

C.P. mostrando bragas en la Nochevieja de 2014

C. P. Mostrando que no lleva bragas en Nochevieja de 2015.
La sociedad parece dividirse entre quien culpa a la actriz-presentadora-periodista de representar un papel denigrante y cosificante para las mujeres, al aparecer como objeto meramente decorativo al lado de solo-presentadores vestidos acorde a las circunstancias climatológicas de las noches de finales de diciembre de Madrid, al aceptar el cliché de "tontita" superficial que enseña carne y, por otro lado, quienes defienden su derecho a elegir cómo vestir, a que nadie la imponga tapar su cuerpo como a tantas mujeres se las obliga.

Si se tratase de una decisión individual y privada. Si ella decidiese particularmente salir poco vestida a una fiesta, no habría dilema. Creo que ya nadie niega el derecho a la propiedad del propio cuerpo ni se rasga las vestiduras (valga la expresión) por ver un cuerpo humano desnudo, semidesnudo o semivestido. Pero se intuye en este caso una estrategia que sirve a fines comerciales de los empresarios de la televisión. Por otro lado, el hecho de que sea una situación pública le añade un grado de responsabilidad a sus actos. Cuando eres alguien que tiene una influencia que puede ser positiva o negativa sobre la sociedad y, especialmente, en la imagen que pueden tener niños y niñas de lo que es una mujer adulta, parece que tus actos deberían estar guiados por cierto grado de responsabilidad moral.

Por el otro lado se argumenta que la misma hipocresía que obliga a taparse a las mujeres que dan el pecho, que hacía vestirse desde el tobillo hasta el cuello sin enseñar un trozo de piel a la mujer de la Inglaterra victoriana o hasta más arriba de la coronilla a la de Afganistan hoy en día, es lo que mueve los insultos hacia la presentadora. Que quienes se escandalizan y lanzan sus iras contra ella limitan su libertad y no aceptan que una mujer pueda vestir sexy para ella misma, que la provocación está en los ojos que miran. Qué por qué va a ser una provocación un vestido trasparente en el siglo XXI. Se argumenta también que el aspecto de la mujer se convierte en objeto de debate público precisamente por ser mujer, lo que es también una forma de machismo. A un hombre no se le judga en ese aspecto. Que en el fondo culpabilizarla por como viste es igual que cuando se investiga qué llevaba puesto la víctima de un abuso o una agresión sexual.

En el fondo el debate se enturbia y se polariza entre dignidad y libertad. Haga lo que haga esta mujer, ninguna solución parece que será satisfactoria. En definitiva, es un debate artificial y provocado porque el propio debate da más audiencia al año siguiente que la que se atrae de las miradas lascivas. Al final, si vuelve a presentar (seguro) el mismo espectáculo (por otro lado horrendamente casposo), tanta gente será atrapada por la visión de un cuerpo atractivo poco vestido o levemente desnudo, como por por el morbo de la polémica. Miel sobre hojuelas, más ingresos en publicidad, para la empresa productora.

El dilema de Pedroche, llamémosle así, consiste en quien, considerándose feminista, como el autor de este blog, no se ve bajo la disyuntiva de decidir entre una posición u otra (que yo particularmente lo tengo claro), sino en como poder argumentar tu punto de vista sin quedar empantanado como una mula, una que atasca su pata en el barro y no puede avanzar en el lodazal de los discursos simplistas y maniqueos a los que estamos acostumbrados. Cómo evitar la amenaza de machismo para poder argumentar feminismo, es decir, igualdad. Como evitar que el "marketing de la felicidad" nos venda buenrollismo y desparpajo, libertad individual, cuando lo que venden es tetas y culos como el carnicero vende morcillo y costillar.

Y no es posible.

Y cuanto más se denuncie, más indignación produzca, también generará más interés, más audiencia, más dinero que va a parar a los bolsillos de quienes lanzan el anzuelo con esta mujer a modo de cebo vivo.

La trampa dentro de la trampa es que el mero hecho de escribir sobre ello, también les es rentable.

La banca siempre gana.











sábado, 7 de noviembre de 2015

Los sentidos de las vidas

[...] lo que claramente identifico con Heidegger. Somos un ser para la muerte, decía Martin, y el tiempo, es en realidad, lo que permite una comprensión del ser. El ser humano como un proyecto, mera existencia y nos hacemos cargo de nuestra vida (vida auténtica) o bien nos evadimos y compramos un proyecto (vida inauténtica). La muerte proporciona el horizonte en el que hacer nuestra propia vida, que es sobre todo, hacer.
Robin Hood
He recibido hace poco una curiosa propuesta de parte de un antiguo profesor. En concreto de uno de cuyas clases disfruté en mi fallido intento de hacer compatibles los estudios conducentes al Grado en Sociología con mi actividad laboral. Fue hace pocos años y por poco tiempo y me fue imposible en ese momento pero no me arrepiento en absoluto de haberme lanzado con ello. Estudiar es uno de esos pequeños placeres que debe permitirse uno de vez en cuando.

Al hilo de una clase que había tenido recientemente, la carta nos proponía reunir una serie de respuestas que podrían darse sobre "la razón que puede haber para vivir". Respuestas dadas a alguien qué, supuestamente, hubiese perdido toda esperanza. La pregunta que se nos planteaba era:

¿Qué le dirías a una persona que ha perdido la esperanza de vivir debido a la podredumbre del mundo?

Yo estudié filosofía, como ya sabéis. Como filósofo me parecía importante responder su amable pregunta y aportar mi punto de vista sobre la cuestión que he ido madurando a lo largo de los años.

En mi humilde opinión, la proverbial pregunta sobre el sentido de la vida habitualmente está planteada en una forma en la que se dan por aceptadas dos suposiciones que, en principio, no comparto: qué existe algo así como un sentido de la vida y que es el mismo sentido para cualquier vida de cualquier persona. Personalmente niego ambas suposiciones.

"El sentido de la vida" no es para mi, como nos ocurre a mucha gente que ha estudiado filosofía, algo trivial, un juego intelectual de salón para culturetas. Es para mi una urgencia, una necesidad, algo entorno a lo que gira mi existencia y sobre lo que me he preguntado desde mis creencias y, también, desde mi ausencia de creencias. Parece, por lo menos creo que hay a quien le parecerá, que si no se tienen creencias en lo sobrenatural, es imposible entender que las vidas tengan sentido.

Ello implicaría la idea de que existe la Vida (y no "las vidas") y que hay algo extrínseco a esas vidas que determina, a priori, su significado. Quede claro de antemano que usted tiene todo el derecho de mundo a creerlo, pero no a imponer esa creencia a los demás como un supuesto en un debate. La onus probandi cae del lado de quien multiplica los entes (no tengo que aceptar las creencias de los demás en seres sobrenaturales).

En el correo en el que he respondido al profesor, he tratado de contarle que yo no creo en ninguna de las alternativas sobrenaturales que se me ofrecen. Ni en las clásicas ni en las más modernas y new age. Ni en Odín, ni en Yaveh, ni en una fuerza ciega creadora, ni en el Karma ni en el horóscopo... tampoco creo en la Naturaleza con mayúsculas como un ser antropomórfico que tiene voluntad y planes (más que antropomórfico habría que decir deomorfo, si no fuera porque los propios dioses están hechos a imagen y semejanza de los seres humanos). Para mi, nosotros, nuestra especie, somos el fruto casual de las leyes de la naturaleza (con minúsculas). La inteligencia humana es un fenómeno accidental (no necesario) surgido en el Universo y que, como protagonistas de ella, nos parece de suma importancia a nosotros, pero que vista como estrategia adaptativa, no es mejor que la estrategia que emplea para perpetuar sus genes una almeja, un pino o una bacteria. Si funciona, desde el punto de vista adaptativo, cualquier estrategia es igual de adecuada.

Para mi, como para Ortega y Gasset la vida cobra sentido cuando se hace de ella aspiración a no renunciar de nada. Cuando el sentido de mi vida se lo proporciono yo.

Ortega y Gasset con Martin Heidegger
Soy de los que piensan que es la muerte el futuro que le espera a mi conciencia, a mi yo, ese epifenómeno de la materia en la que mi cerebro juega un factor crucial. Cuando el soporte físico de ella, ese cerebro, desaparezca, se cumplirá el único destino universal que estoy dispuesto a admitir, que somos un animal "para la muerte" y que tenemos una cierta conciencia de ello. Podré dejar, durante un breve tiempo en forma de herencia escrita o hablada en la memoria de mi comunidad de hablantes alguna idea, cierta huella, pero en mi caso no aspiro a demasiado.

Para mucha gente eso significaría que la vida no tiene sentido.

Esta pesimista visión de las cosas es debida a que mucha gente parte del prejuicio de que para dotar de sentido a la vida, esta debe continuar de alguna manera indefinidamente. Para mi eso es como un tren en una linea férrea circular que nunca se detiene, una vida que nunca acaba. ¿Qué destino, qué sentido podemos decir que tiene? Si la vida no tiene un sentido previo a su existencia, si la vida no tiene un sentido "Natural" (con mayúsculas), para mucha gente, la vida carece de sentido. Solamente entienden un sentido que venga desde fuera. Un sentido proporcionado por un dios o algo similar a un dios, para lo cual, a menudo, deifican la propia naturaleza y la dotan de conciencia y voluntad.

No le crean un sentido a la vida, compran uno ya prefabricado y empaquetado.

Para mi el sentido de la vida no puede venir de fuera.

Cada uno debe buscar el suyo y hacerse responsable de él. No tiene que venir nadie a decirnos cuál es. El sentido de la vida debe proporcionárselo, si tiene la voluntad necesaria para hacerlo, la propia persona. De hecho, confiar en un sentido dado desde fuera es, para mi, en definitiva, renunciar a darle un significado y dirección a la vida, es quedarte con el sentido que le ha dado una religión, un gurú, o lo que es peor, un narcisista de la autoayuda en las redes sociales. Es limitarse a "creer" algo que agrada para no tener que construirle un sentido a la vida. Algo que puede ser difícil o incluso fallido. En mi opinión hay personas cuya vida carece de sentido por propia voluntad o cobardía para dárselo. Compran creencias ajenas para no tener que formular las propias.

La vida no tiene un sentido a priori, sino el que le proporcione quien sea su propietario. Y esto no es fácil ni lo regalan. Quien interpreta el papel que le han dado, siguiendo el curso de mínima resistencia social en sus decisiones, es como si no decidiese nada nunca. Se convierte en un figurante sin papel, en masa ciega, en un hacer lo que se espera de él sin atreverse nunca a dar un golpe de timón a su vida. Darle sentido a la vida implica, para mi, actos de libertad. Implica pensar qué se debe hacer en cada momento y, apetezca o no, de miedo o pánico, lanzarse a ejercer esa libertad. El sentido de la vida puede tener que ver con el amor romántico, con los hijos, con dejar un legado intelectual, con ayudar a crear un mundo mejor... cada cual debe elegir cómo dotar de un sentido, de una dirección en la que ejercitar sus actos de voluntad, su existencia.

En definitiva, interpretar un papel protagonista. Llegar al último día de tu vida (hoy o dentro de ochenta años), pudiendo mirar atrás y entender qué se ha hecho, por qué y para qué. Y que eso haya sido decisión de uno mismo, no la obediencia a un misterio revelado en un libro sagrado o un meme del facebook.

6.521. La solución del problema de la vida se nota en la desaparición de ese problema. (¿No es ésta la razón por la que personas que tras largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida, no pu­dieran decir, entonces, en qué consistía tal sen­tido?)
Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosphicus

miércoles, 30 de septiembre de 2015

El cabreo de Nietzsche


"Donde los demás ven ideales, yo sólo veo lo que es humano. Demasiado humano"
F. Nietzsche


Proporcionalmente a otros espectáculos, escuchar música clásica sale muy a cuenta y es muy económico.

Teniendo en cuenta el precio habitual de una entrada de cine, disfrutar del espectáculo de una orquesta sinfónica en directo, no como ocurre en el séptimo arte, donde hay unas imágenes grabadas y almacenadas en un soporte digital y repetidas mecánicamente (sensu stricto) en miles de pantallas, sino del trabajo de medio centenar de profesores y profesoras de música en el mismo momento en que interpretan para ti, con sus manos, pies y bocas, por ejemplo, un par de obras de Halffter y Wagner, es baratísimo. Como ocurre, por cierto, también con el teatro.

La primera fila del coro permite comprobar perfectamente
si el percusionista se limpia bien detrás de las orejas
(éste si).
Os recomiendo otro asiento más alejado de él
para tener una mejor acústica.
El miércoles pasado en el Auditorio Nacional, que tengo la fortuna de tener a unos pocos pasos de mi trabajo, disfruté de un concierto de la Orquesta Sinfónica de Madrid en la que se estrenaba "Imágenes" de Cristobal Halffter y también se interpretaba (nunca mejor dicho) una versión sinfónica de la ópera Tannhäuser de Richard Wagner, arreglada por el propio director, Pedro, Halffter también, no casualmente. En esto de la música la tradición familiar es muy importante. Si no que se lo pregunten a los Bach.

Al despojar la ópera de voces, lo que quedaba era una sinfonía wagneriana. Un interesante resultado. Una especie también de resumen y evocación de la ópera entera, pero quitándote dos horas. Lo que no es algo necesariamente positivo pero permite, al contrario de lo habitual en las óperas de este autor, que no finalicen agotados hasta la extenuación todos los interpretes, orquesta, coros y cantantes solistas, el director y hasta el público más entregado, normalmente incondicional, pero que igualmente necesita en algún momento que, las largas, complejas y difíciles óperas de Ricardo Wagner, acaben al fin por mucho que se disfrute de ellas (las personas "wagnerófilas" me entienden).

Vas escuchando los tres movimientos/actos y vas trayendo a la memoria la historia de Tannhäuser y el torneo poético del Wartburg. Como en el Venusberg vive el protagonista entregado a los placeres que Venus le proporciona hasta que, hastiado de ellos decide volver al mundo de los mortales y se encuentra con los peregrinos que van a Roma. Vas recordando cómo la presión social y la presencia de una mojigata muchacha de la que se enamora Tannhäuser hacen que al final se una a la marcha de mojigatos peregrinos a la Ciudad Eterna a pedir perdón al papa. No sin antes escuchar  al mojigato pagafantas a Wolfran entonar O du mein holder Abendstern, de una inmensa belleza y una de las arias más importantes de la historia de la música, que es también un canto barítono al pagafantismo en voz, en este arreglo, de los chelos. El coro final de alegría de los peregrinos, la muerte y perdón de Tannhäuser es siempre espectacular, aunque más lo es, por supuesto, en la versión coral que en la sinfónica, todo sea dicho.

Aquí un pagafantas Wolfran, aquí unos amigos

Tannhäuser es una de las primeras óperas de Wagner. Pero a pesar de la maravillosa música, a uno le empieza a arder la sangre y entiende perfectamente el cabreo de Nietzsche cuando descubre que su admirado compositor, aquel que representaba en sus libretos los nuevos valores morales, la renovación de la moral antigua, se ha ido aburguesando y volviendo cada vez más cristiano y ha acabado haciendo Parsifal, una obra que empezó a componer muchos años antes pero que finalmente estrenó después de las más nietzscheanas como el Götterdämmerung, El Ocaso de los dioses.

Wagner ha hecho como Tannhäuser y ha abandonado el reino de Venus, donde gozaba de los placeres carnales y de la compañía de la diosa para acabar muriendo entre peregrinos pidiendo piedad al papa. Convertido en un meapilas y un tragacirios.

Hay quien, como el loco filósofo, hubiese preferido que Tannhäuser hubiese convertido el torneo poético de Wartburg en un baño de sangre. Que el protagonista, entonando una canción de guerra, hubiese levantado un gran hacha por encima de su cabeza y hubiese rebanado el cuello de todos los asistentes y el de los peregrinos a Roma que pasaban por allí para después volver al reino de Venus a gozar de los placeres de la carne, pero al final, Wagner se tuvo que mostrar humano, demasiado humano, como lo era el pobre Nietzsche, como lo somos todos en definitiva.

Los filósofos, aún los cuerdos, a veces son así. Llenos de emociones.






jueves, 17 de septiembre de 2015

Heavy metal: Satán es mi Señor

El Diablo era expulsado del Paraíso por desobedecer a Dios, e instigar al hombre a que también le desobedeciese; se le acusaba de soberbia, apetito desmesurado de conocimiento, arrogancia en vindicar su condición de ángel, lujuria, desenfreno. Imitar al Diablo significaba entonces rebelarse contra la opresión, negarse al sometimiento entendido como una fatalidad inmodificable, conocer en lugar de repetir, ser consciente de la dignidad del uno entre la muchedumbre, fornicar con alegría, gozar de los sentidos, no arrepentirse sino de desaprovechar una experiencia, negar los dogmas en beneficio de la investigación. 
Alberto Cousté. Biografía del Diablo.

Cualquier colectivo, cualquier ciencia, cualquier movimiento cultural, tiende a caer en la elaboración de un "mito fundador" que legitime su esencia. Que le distinga del resto y le permita decir "aquí empezó todo". Con el héroe libertador o con el científico que un día publica un descubrimiento o convoca una reunión. Wilhelm Wundt, por ejemplo, pare un día la psicología como ciencia (se supone) en un parto similar al de el personaje mítico de Don Pelayo que, con la ayuda de la Virgen María y Santiago Matamoros, gana una batalla en las Asturias y crea España ex nihilo. Parece que sin acto de creación, no puede haber existencia legítima (¿por qué?, pregunta para nota).

Nuestra mente nos anima, quizá por un sesgo cognitivo, a buscar un punto nítido en el tiempo. Un lugar en el que poder decir "aquí si, pero antes no". No nos hace ninguna gracia la idea de que vayan confluyendo varias tecnologías y artesanías de una forma nebulosa y borrosa en la que sea imposible decidir cuando aparecen las ciencias físicas (o el heavy metal). No nos gusta que la tecnología que servía para disparar cañones confluya con la que se utilizaba para ejercer la astrología y hacer adivinaciones y que de una y otra, de observar como se mueven los planetas en los cielos y los proyectiles en tu vuelo parabólico antes de estrellarse contra una muralla, se unifiquen las matemáticas de ambos movimientos y se desarrolle la dinámica, sin poder poner un "¡Eureka!" en boca de sabio fundador.

Ya soy consciente que con el origen del heavy me voy a meter en un berenjenal de proporciones bíblicas. Uno similar a cuestionar si la nave Enterprise de Star Trek podría arrasar a toda la flota imperial de Star Wars en un "plis plas". Me iré preparando para lo peor.

Eso se traslada siempre al terreno político. Los héroes fundadores y las leyendas del nacionalismo periférico no son más verosímiles, eso si, que las que se crean desde el nacionalismo de un estado central, pero siempre hay una leyenda originaria. Todas ellas son fruto de una concepción del estado "romántica" en sentido estricto, es decir, contrailustrada, no basada en la legitimidad de que un conjunto de ciudadanos se doten por acuerdo y sufragio universal de leyes propias, sino que el origen del país descansa en una "esencia", un origen "histórico", religioso, lingüístico o racial que justifica unas fronteras concretas pero no otras. Un origen épico y fantasioso que niega el presente y que al no tener en el fondo una base racional, sino emocional, solamente deja una posibilidad a largo plazo,  una manera en que un desacuerdo sobre el tema se resuelva: destripándose mutuamente mediante el uso de sables, rifles o cualquiera de un amplio abanico de instrumentos creados para este fin entre otros: deslindar fronteras entre países. Los jueguecitos interesados y populistas de los políticos corruptos de hoy son los cadáveres de mañana.

El mito fundador del heavy metal (por supuesto, también existe) que se ha ido construyendo se basa en la armonización musical que empieza a emplear la banda de blues-rock Black Sabbath cuando su guitarrista, Tony Iommi, sufre una mutilación parcial de los dedos de su mano en un accidente de trabajo. A partir de ese momento Tony empieza a componer empleando "los acordes del Diablo" o Tritonius, es decir, intervalos musicales de tres tonos enteros.

Los intervalos musicales tienen un efecto emocional. Un tritono suena "siniestro" y una "octaba justa" (seis tonos) suena épica. Ambos intervalos los vais a encontrar con frecuencia en el metal. El tipo de escala que se use, la velocidad, la tonalidad (la nota a partir de la cual se "alejan" las demás), si la secuencia es "ascendente" o "descendente", si se alejan poco unas notas de otras o la partitura es "crómatica"... multitud de elementos hacen que una música suene alegre, triste, épica, melancólica, feroz... La introducción de unos tipos de armonizaciones concretas en el rock es uno de los elementos identificativos, aunque no el único, del heavy metal. Black Sabath, en ese sentido, es un grupo heavy... que años después tomó conciencia de serlo. Quizá el primero al que se le puede así etiquetar.

Pincha en la imagen para ver un pequeño esquema,
plausible pero discutible, de la Historia del Heavy
(lo encontré por ahí, si alguien sabe su autoría sería estupendo)
Para poder decir cuándo aparece el heavy habría que poder definir, de forma perfecta, como diría Aristóteles, "en género y diferencia" qué es. A qué tipo de "conjunto" pertenece y que le diferencia del resto de ese conjunto. Yo más bien creo que se trata de una confluencia de elementos que cristalizan finalmente. No hay un día en el que se inventó el heavy metal. Los elementos que participan ya están presentes en Gustav Mahler, en Jimi Hendrix, en Deep Purple y en los Stones, en Richard Wagner y Led Zeppelin, en Dmitri Shostakóvich, Beethoven y los Beatles.

El heavy se inicia siendo rock. Era un tipo de rock. Eso está claro.

Sin duda ahora mismo hay bandas de Death Metal que difícilmente pueden ser consideradas rockeras aunque forman parte del movimiento cultural y del estilo musical conocido como "metal". Un problema teórico interesante pero, creo, secundario, ya que las "esencias puras" son tan irreales en la música como en las personas o en las nacionalidades. El death puede tener influencias fuera del metal y el rock, en el punk, la música clásica, el jazz o el blues. Es un rico y complejo laboratorio de experimentación alejado de los circuitos comerciales de la música.


Pero volviendo a lo que diferenció inicialmente el "heavy" de otros movimientos afines como el "hard rock" de Motörhead, Kiss o AC/DC, buscando "la esencia", no creo que el actual mito fundador sea justo con quienes, en el fondo, fueron los primeros en tomar conciencia de lo qué estaban haciendo, con nombre y apellidos, los que definieron el canon estético y con ello buena parte del "estilo", quienes se mantuvieron en vanguardia y creando grandes discos hasta los años noventa desde la "nueva ola", a través del glam, el trash o el power metal, siempre incombustibles.

En mi opinión los precursores de la nueva ola del heavy metal británico (NWOBHM), los Judas Priest, fueron quienes, en caso de aceptar el artificio del mito fundador, habrían creado un día el heavy. Al menos un día miraron hacia atrás y dijeron "lo que hacemos es heavy y ya no hacemos otra cosa distinta". El origen, si os gustan los "días D", fue el día que Rob Halford los uniformó a todos de cuero y tachuelas al más puro estilo gay leather sadomasoquista abandonando para siempre las camisas de colorines y los pantalones de campana. Nadie hubiese imaginado que legiones de seguidores se vistieran igual bajo el supuesto ideológico de "dejarse de mariconadas" durante las décadas en las que Halford permaneció dolorosamente encerrado en el armario del miedo a la homofobia, ni que esos mismos seguidores aplaudieran y apoyaran masivamente su salida de él cuando así decidió hacerlo. El impulso fue, por negación, crear música y no "eso" que hacían los punkies y que estaba tan de moda.


Otra cosa hay que agradecerle a los Black Sabbath, sin embargo y con permiso de los Judas.

Tony y Ozzy explotarían toda la imaginería satánica y ocultista en sus letras como forma de provocación. Algo que recogerían después, en el momento de máximo esplendor del heavy, los Iron Maiden. Tirar de Satán no era algo nuevo en los setenta y ya habían explorado la posibilidad en alguna ocasión gente como los Rolling Stones. Propiamente no es algo "esencial" en el heavy, ya que ni son todos los que están, ni están todos los que son, en especial con el auge de la música "gótica".

En esto del satanismo en el rock y en el heavy, en mi humilde opinión, siempre ha habido dos "tipos" muy diferenciados de "satánicos".

1- Una exigua minoría que se lo cree, por lo demás, bastante limitados a la hora de hacer uso de su inteligencia. En fin... gente que se hace "del Diablo" para fastidiar a Dios como se puede hacer del Barça para molestar a su padre si es del Madrid. Lo dejamos en manos de los profesionales sanitarios.

2- Una gran mayoría que lo entiende como un juego, un ejercicio de provocación. Un "si vuestro dios está del lado de los corruptos y ladrones, si vuestra iglesia apoya a los tiranos y asesinos, nosotros estamos en el bando contrario".

Como apunta Alberto Cousté en su Biografía del Diablo, la ortodoxia de la gente temerosa de Dios condena el librepensamiento, la moral autónoma (es decir, hacer lo que uno cree que es su deber, no lo que dice un cura, que dice un libro, que dice un dios), la dignidad humana del ejercicio de la razón, la lucha social por los derechos de las clases desfavorecidas frente a la simple aceptación de la injusticia, el sexo, sin absurdas prohibiciones, la investigación científica con la que suelen chocar las iglesias, el feminismo... en definitiva, el paso del Mito al Logos, abandonar la superstición y abrazar la Ilustración. Disfrutar la vida y luchar por la justicia. Por tanto, detrás de la performance, de la estética, del juego, en el fondo... el juego de ir "de malos" trata de negar unos valores presentes en nuestra cultura con los que el heavy no se identifica. Ese es el juego que hay habitualmente detrás del "satanismo" en el heavy, o de la reivindicación de otros dioses como Odín. Se trata de cuestionar los cimientos de la moral dominante y pervertida cuya máxima representación son "los hombres de fe" a menudo.


Porque todo el mundo sabe que los heavys somos, sobre todo, gente tranquila.

martes, 1 de septiembre de 2015

La Medusa y el peso de la ignorancia

"...y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá en su frente..." 
Constantinopla, Bizancio, Estambul... capital de tres imperios, pero no del actual estado moderno con una de las llamadas "economías emergentes" que es Turquía, es un destino turístico quizá un poco demodé porque en esto del turismo hay modas que arrastran a las masas unas veces hacia el Sureste asiático, otras hacia los fiordos noruegos, otras hacia Centroamérica y el momento Estambul ya pasó en nuestro país y en las operadoras turísticas de Europa y ahora es el turismo Iraní y el de otros países árabes el que abarrota con palos de selfie sus lugares emblemáticos. Hasta el punto de ver el desconcertante espectáculo (para nosotros) de una mujer vestida con un niqap que solo hubiese permitido ver sus ojos (si no llevara gafas de sol) hacerse un selfie frente a la mezquita de Suleiman para obtener una instantanea en la que nunca será reconocible, ya que ninguna parte de su cuerpo estaba expuesta a la vista.

Atardecer sobre el "skyline" del Bósforo
Multitudes de todo el mundo, a pesar de ello, abarrotan sus lugares más visitados y tratan de saltarse las largas colas que se forman a la entrada de los pedazos de historia convertidos en, literalmente, pasatiempo. Una historia milenaria pero además esencial para comprender el mundo. La historia del lugar desde el que se gobernaron durante siglos los restos aún formidables del Imperio Romano, la herencia griega oriental del imperio que había absorbido lo que aquel general de Alejandro Magno, Seleuco I "el Vencedor", fusionó con la tradición persa como sátrapa de Babilonia y rey griego de aquella imponente herencia.

El lugar desde el que Flavio Valerio Aurelio Constantino, "el Grande" creo la Iglesia Cristiana a partir de la religión que había creado previamente el greco-romano Pablo de Tarso inspirada en el judaísmo practicado por los seguidores del profeta Jesús de Nazaret.

Desde aquella ciudad Justiniano hizo arreciar la persecución contra el paganismo que iniciara Costantino en el imperio, cerró las escuelas de filosofía, entre ellas la fundada por Platón en los jardines de Academos de Atenas nueve siglos antes, persiguió a los pensadores y filósofos, prohibiendo la enseñanza de la filosofía clásica griega. Derribó docenas de templos cuya mera existencia consideraba pecaminosa (como ocurre hoy con los fanáticos del Estado Islámico). Justiniano prohibió, persiguió, encarceló, torturó y crucificó a miles de personas por sus creencias paganas, a los judíos también, por supuesto, que nunca se pierden una de estas y exilió a los incómodos y heréticos monjes cristianos nestorianos y a todo el resto de herejes monofisistas fuera de sus fronteras, yendo todos, andando el tiempo, a territorio hospitalario de Cosroes, rey de los sasánidas, junto a otros "platónicos y aristotélicos" donde su tradición pervivió en la llamada "escuela de Bagdad". Inicialmente, cristianos sirios que escribían en árabe, pocas décadas después convertidos a musulmanes que se dedicaban a la fálsafa (الفلسفة) o filosofía y que nos devolvieron la tradición clásica griega a Occidente y a toda la humanidad a través de un largo camino que pasaría por el Califato de Córdoba y la Escuela de traductores de Toledo. Justiano provocó una diáspora de intelectuales que jalonó de monasterios, como islas de sabiduría, la Ruta de la Seda hacia la India y China por territorios habitados por los "turcos de las montañas" y cuyos nombres (Turkmenistan, Uzbekistan,...) no estamos muy seguros de situar en un mapa mudo y que, desgraciadamente, el Islamismo más intransigente y la Revolución Cultural de Mao han borrado en gran medida de la historia.

Pero tras sobrevivir todo el milenio de la mal llamada Edad Media a su vetusta existencia, incluso Bizancio cayó ante la nueva superpotencia musulmana y el último resto del proyecto imperial romano abrió sus puertas al invasor otomano en el siglo XVI y se inició una nueva etapa de esplendor para la ciudad que se pobló de imponentes mezquitas. Un Imperio Otomano que iba desde las puertas de Viena hasta los Urales y que era abiertamente no árabe, sino turco, al igual que el estado laico que Mustafa Kemal Atatürk crea en el siglo XX y que pervive hasta hoy.

Άγια Σοφία, "Santa Sabiduría"
La ignorancia es un acto. Es un ejercicio de voluntad. Es un mirar para otro lado y despreciar lo que no se conoce. Quien por desgracia no tienen al alcance la posibilidad de aprender cosas que le gustarían no es un ignorante, es, probablemente, una víctima de un reparto desigual de la riqueza y de un sistema de clases. Ignorante es quien tapa un mosaico bizantino con una capa de yeso porque hay debajo un Pantocrator o derriba un templo porque rinde culto a Palas Atenea. Quizá también quien visita Estambul y no se toma la molestia de saber qué está visitando y se conforma con mostrar en las redes sociales que "está allí", como pudiera estar en cualquier otro lugar del mundo.

Las personas que abarrotan la entrada de Hagia Sofía (en Griego, "La Sacra Sabiduría"), a veces prefieren ponerse a la siempre más corta fila de las cercanas cisternas quizá como estrategia para combatir el sofocante calor del verano del Mar de Mármara mientras la otra cola (disculpen la expresión) avanza bajo el imponente sol. Un consejo práctico: a la hora de comer los turistas se evaporan (no literalmente, claro, sino en un sentido metafórico, que el calor no llega a ser tan tremendo como para sublimar humanos) y se puede entrar casi en seguida a visitar con tranquilidad y sin multitudes esta joya arquitectónica y este pedazo vivo de nuestra historia. El turismo es también hidrosoluble, por lo que una oportuna tormenta es también una gran oportunidad de estar más tranquilos en estas visitas. por lo menos en aquellos lugares en que hay cerca una suculenta oferta gastronómica a cualquier hora y a un precio muy asequible.

Las cisternas en cuestión fueron una obra civil que mandó construir Justiniano (nuestro simpático fanático integrista religioso), para abastecer de agua la ciudad y fueron ignoradas y olvidadas por los otomanos, que no necesitaban de ellas. Más tarde fueron redescubiertas accidentalmente en el siglo XX ya que al parecer circulaba la leyenda de que desde los sótanos de algunas casas se podía acceder a un enorme depósito de agua bajo la ciudad bajando un cubo con una cuerda en algún pozo, e incluso algunos estambulitas allí mismo pescaban ocasionalmente algún suplemento proteínico para la dieta en forma de pescado de agua dulce.

Grandes carpas habitan hoy para entretenimiento
añadido de los turistas el gran depósito de agua
bajo el bosque de columnas que sostiene el techo de las cisternas
Una foto obligada dentro de la cisterna es la basa de una columna en forma de cabeza de Medusa. Todo el mundo se hace la foto. Es muy importante poder mostrar que se estuvo allí. Miles de personas han estado allí, aunque "allí" no haya entrado en muchas personas que no se toma la molestia de entender dónde están. Es muy triste ver a gente que está en los sitios sin que los sitios estén en ellas. Que quieran una foto de algo que no se toman la molestia de investigar qué es. Tan solo empujar a quien va delante para echar un vistazo fugaz a la "piedras" y hacer el autorretrato con el móvil.

Cabeza de la Medusa objeto constante de paparaccis aficionados
¿Qué hace un trozo de templo pagano allí?

Justiano destruyo templos y los empleó para una obra civil subterránea, cerrada al público y sumergida bajo el agua. Lo que hace ahí la cabeza de medusa es ser objeto de olvido y de desprecio. El mismo olvido y desprecio que los Otomanos mostraron hacia la obra de ingeniería civil cristiana, el mismo desprecio, intransigencia, ignorancia, que muestran muchos "turistas" hacia lo que están mirando sin ver. Hacia las "piedras" en las que hacerse fotos para que se vea por dónde han pasado como una plaga bíblica, ruidosa y molesta, sin detenerse a comprender ni a reflexionar.

Capas de desprecio superpuestas. Hubo un día en que alguien, probablemente un artesano piadoso creyente en unos dioses que transmitían valores morales tan buenos o malos como los de cualquier otra religión talló una obra de arte en piedra para sujetar el techo de un templo en que se reunían otras personas que compartían su fe. Cuando la muerte y la destrucción llegaron a ese templo de la mano de otro dios terrible arropado por el gobierno del Imperio la obra de arte se convirtió en mero cimiento y se ocultó al mundo durante cientos de años.

Otra capa más de ignorancia encima de ella olvidó la mera existencia del objeto de aquel acto ignominioso un milenio después de su construcción. Fueron otros que adoraban al mismo dios con otro nombre (algo que nunca es obstáculo para masacrase entre si) y que no les gustaban los depósitos y preferían un suministro de agua corriente para los palacios que construyeron.

Y por encima de todo una capa de ignorancia. Sentados fuera, encima de las cisternas, haciendo fila para hacerse un selfie, paseando por su interior con sentimiento de suficiencia miles de personas sin ningún interés por la historia, con el mismo desprecio por el significado de esa cabeza de medusa que se encuentra en las profundidades del centro de la ciudad que fue el centro del mundo que por cualquier otro elemento de la agenda de visitas durante las vacaciones, a pocos metros del lugar en el que se coronaba a su majestad imperial se palpa el desprecio y la ignorancia del turista que lleva consigo desde su país de origen la carga de chovinismo que le hace creer mejor que aquellos y que temporalmente se rodea de extraños, de extranjeros, que quizá trataría de expulsar si cruzasen las fronteras de su país.

A un lado y otro, Justiniano y Constantino,
¿Grandes personajes o fanáticos ignorantes?





viernes, 24 de julio de 2015

Coherence. ¿Consistencia y completitud? (sin spoilers)

Ante la llamada de nuestro amigo Anaime a visionar una película de ¿ciencia ficción? que nos describía como:
ACOJONANTE.....IMPRESCINDIBLE!

...no quedaba más remedio que ... ejem... buscarla... y no puedo entrar hoy al debate sobre como cada cual decide si hallarla en un videoclub online o por el contrario en otros sitios más alegales por cuyo uso (que nos presuponen) pagamos (todos) una tasa gestionada por entidades privadas dedicadas supuestamente a la defensa de la propiedad intelectual pero que, para nuestro estupor, recientes sentencias judiciales confirman que los fondos recaudados han estado siendo gastados en lo que podemos denominar "fiestas con putas"...y no sabemos si cocaina, porque los camellos no aceptan las visa oro ni dan recibo...  volviendo al tema... buscarla y disfrutar un rato de cine sin efectos especiales, sin grandes localizaciones, sin explosiones, persecuciones en moto ni batallas. De hecho daba la impresión de ser una película con muy poca iluminación artificial y que ponía todo el peso en el guión (¡estos finlandeses están locos!). Un guión además con una gran idea central (el gato de Schrödinger) y poca trama secundaria más allá del inevitable desarrollo de los personajes. Una película austera y minimalista como una estepa helada de Karelia.


Cine en la frontera de la ciencia ficción, porque el planteamiento inicial (no os preocupéis no voy a destripar la película) no tiene demasiada base científica. Pero desde el principio se nos proporcionan un conjunto de axiomas cuyos elementos son el paso de un cometa y sus consecuencias, así como una serie de reglas que, todo ello aceptado, guarda una coherencia interna.

De eso trata, por cierto, la lógica. No tiene que ver necesariamente con la verdad. La lógica (formal) consiste en un conjunto de signos dotados de significado por una determinada interpretación. Se nos proporcionan unas afirmaciones en forma de axiomas (dejaremos los sistemas deductivos que prescinden de ellos como herramientas de puro cálculo) y unas determinadas reglas de transformación que permiten convertir unas cadenas de símbolos en otras de manera mecánica (y afortunadamente para nuestra civilización tecnológica, automatizable por máquinas).

En lógica, a la coherencia se le llama "consistencia" y es una propiedad que tienen algunos sistemas formales. Es la propiedad de estar ausente de contradicciones.

Ya nos gustaría eso para nuestras cabecitas.

No puedo decir que la película, si le sacamos punta, no tenga contradicciones. Quizá tantas como nosotros. Pero personalmente no me gusta ese juego de "busca el fallo científico de la película", a pesar de que disfrute mucho de aquellas obras que se esfuerzan al máximo en mantener la coherencia entre lo que sabemos y lo que la ciencia nos dice que es posible aceptando unas determinadas premisas. Para más inri, algunas de las contradicciones de la película son parte de su estructura argumental, de ese estado de contradicción de la caja del gato de Schrödinger llena de gatos vivos, muertos y agonizantes en un estado de superposición cuántica hasta el momento en que "se descubra el pastel". La película transcurre, no os digo más, en el interior de una caja de ese tipo llena de personajes humanos interactuando entre ellos y llega hasta el final manteniendo sus premisas iniciales y el interés y la tensión con varios giros inesperados.


Cuando nos falta consistencia en el modelo del mundo que representamos en nuestra mente, sufrimos. La contradicción "repugna a nuestro intelecto", la mente se pone a tratar de resolver el problema, a cambiar premisas, a veces a hacer trampas, a veces a aceptar hipótesis temporalmente a falta de más datos, pero "suspender el juicio" ante una aparente contradicción es uno de los ejercicios más dolorosos a los que podemos someter a nuestro entendimiento.

En Metalógica, aparte de la coherencia, también es importante la completitud de los sistemas. El descubrimiento (angustioso) de que existen enunciados en la matemática indemostrables a partir de sus axiomas puso cabeza abajo gran parte de lo que sabíamos y de los proyectos por fundamentar la ciencia sobre la piedra angular de la matemática. Queríamos a principios del siglo XX que ninguna verdad escapase a ella y a sus demostraciones, pero en el interior de la estructura del universo había escondido un monstruo más aterrador que todos los demonios del infierno: el Teorema de Gödel.

A ver si los finlandeses se atreven con ello. Una película con un hilo argumental relacionado con el trabajo de Kurt Gödel.

Nuestra cabeza busca siempre, no solamente parar las contradiciones que la habitan. No sólo clama por la coherencia y la consistencia, también quiere completitud. Tener una explicación, una deducción, una cadena que una lo que sabemos del presente con lo que sabemos del pasado. Es por ello que cuando nos falta información, cuando se cierra en falso un proceso (y especialmente los amorosos) con lagunillas en las informaciones de que disponemos, nuestra cabeza se resiste a quedarse simplemente así, sin saber más y sin  conseguir una explicación que detenga las hipótesis que no paran de girar en la imaginación buscando encajar de alguna manera. Buscando la "pieza del puzzle que nos falta" para estar satisfechos (la satisfacción en matemáticas es exactamente eso, un modelo de interpretación de los símbolos de un sistema que hace verdadero un enunciado).

Se busca una explicación posible, plausible, que descarte, como mínimo, lo imposible. Hasta el día, al menos, en que encontramos esa pieza que nos faltaba en el rompecabezas y quizá descubrimos con sorpresa que lo que buscábamos no era un dato que faltaba, una explicación, sino una persona que nos hace completos. Alguien que nos completa... y que le hace a uno sentirse afortunado cuando llega ese día.

Por cierto ¿Alguien sabe como hacerle llegar la petición al director de una segunda parte llamada "Completeness"?

Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo; todo hombre es un fragmento del continente, una parte de un conjunto.
John Donne (1572-1631)