A mí me resultó interesante la distinción entre sexo y género porque permite, como decía Beauvoir, diferenciar entre anatomía y función social, de modo que se podría tener una anatomía cualquiera pero la forma social no estaría determinada por la anatomía. Si bien tengo la capacidad física de reproducirme, esto no significa que tenga que hacerlo, de igual modo que tener una mano derecha hábil no me obliga a ser escritora. Sólo significa que hay un tipo de condición física de posibilidad para determinados caminos sociales y modos de actualización, pero ninguno de ellos es normativo.Les Ballets Trockadero de Monte Carlo son una compañía masculina de danza que tiene en su repertorio los ballets clásicos rusos que interpretan con gran técnica y un punto humorístico transgresor. Surgieron hace cuarenta años como compañía que parodiaba los clichés de la danza clásica. Aparentemente estaríamos ante un espectáculo chusco de drag queens. Por lo menos para algunas de las personas que acudían a la sala "a reirse". A reír por reír, no importa de qué, como los espectadores nocturnos que tenía el programa de José Luis Moreno (disculpad, no estoy muy actualizado sobre cual es ahora la bazofia equivalente).
Judith Butler
Pero lo que vimos el jueves en los Teatros del Canal era un humor inteligente. Delicado como un pas de deux. Humor del que arranca la risa por lo bajini cuando menos lo esperamos, no de los de caracajada forzada y vacía ante lo previsible. No de "reirse cuando toca". De hecho llamaban (mucho) la atención un par de hienas de teatro, esa especie humana tan deplorable que va "a reirse" a los espectáculos (los entiendan o no), rebuznando a destiempo cerca de nosotros de vez en cuando y para molestia de la mayoría de la sala.
Nada más hilarante para una mente vacía que ver un hombre vestido de mujer. |
El amaneramiento en una persona, hombre o mujer, es un conjunto de gestos y actitudes que nada tienen que ver con las preferencias y los gustos sexuales de cada cual, ni por supuesto con el sexo. El manierismo es algo cultural, aprendido, y que en distintos momentos de la historia ha tenido distinto grado de rechazo y aceptación en distintas clases sociales. Ha sido mayormente aceptado en (sobre todo impuesto a) las mujeres y se ha asociado al refinamiento cultural propio de las clases sociales altas. Tiene que ver mucho con la construcción social de la identidad de genero, eso que entiende "todo el mundo" que son los hombres por ser hombres (si son heteros) y las mujeres por ser mujeres (igualmente, aunque en este caso se permitía tradicionalmente la invisibilidad siempre que fuese absoluta). Eso, claro, dentro de cada clase social en particular que, contrariamente a lo que se cree, coexisten sin convivencia y en esferas bastante aisladas y separadas unas de otras. Quien os ha contado que no existen ya las clases sociales son los mismos que os quieren convencer de que ya no existe la derecha ni la izquierda y que votar no vale para nada.
¡Votad, votad! ¡Votad con rabia y aunque no sirva para nada! ¡"ELLOS" siempre votan!
En definitiva lo amanerado depende del entorno, lo es por comparación. Por la presencia de lo rudo en las cercanías. En un contexto social de pobreza, pobreza de cinturón industrial o de medio rural, se considerará amanerada la forma de ser del niño rico o que viene de la gran ciudad a la aldea, mientras que en su propio contexto se verá como normalizada su conducta. En un caso de amaneramiento femenino, por ejemplo, una adolescente inglesa forzará el tono de su voz y la educará, en la medida de lo que su genética lo permita, para conseguir un tono de contraalto (oh, darling, I can't belive it!), mientras que la española tratará de engolar la voz, echar el mentón hacia atrás y buscar un tono de barítono. La "musicalidad" de algunos idiomas tienen mucho que ver con esto. Compruébese con las diferencias de musicalidad de un mismo idioma aprendido en el contexto social de Ciudad Real y de Caracas.
Juego constante entre seriedad y burla, entre delicadeza y rudeza, entre técnica y emoción. |
A través de una pirouette de bailarina el concepto que se refería a la fría técnica imitativa, rebuscada, cargada de fórmulas y clichés rígidos, el "amaneramiento", se confunde con lo no-masculino, es decir, con lo femenino y con lo homosexual desde el punto de vista heteronormativo, reduciendo a la igualdad dos cosas profundamente distintas. Al final tan forzado es meter a las mujeres en el saco del tartafresismo, el hellokittismo, lo rosita y lo azucarado como hacerlo con quien prefiera acostarse o amar a los de su sexo. Todo ello una absurda convención que perpetúa roles y relaciones de poder.
En el fondo el duelo de escena entre el payaso listo y el payaso tonto es una evolución del teatro popular del siglo XVI italiano, la Commedia dell'Arte, con sus arquetipos "Arlequín", "Polichinela", "Pierrot", "Colombina", "Scacamuccia", etc..., llena de mímica, baile y acrobacia, algo que siempre ha formado parte del humor inteligente ya sea en el Cirque du Soleil o en el cine mudo de Buster Keaton o Charles Chaplin.
El humor no es neutral. Ni aún cuando es mudo. Es una poderosa herramienta de la inteligencia y por ello tiene tantos enemigos. Los tropezones de payaso de Chaplin en Tiempos modernos pueden ser una crítica a la explotación del hombre por el hombre, la Comedia del Arte una denuncia de las desigualdades de clase y Les Ballets Trockadero de Monte Carlo una interesante reflexión sobre los roles sexuales y de género en nuestra sociedad. Tropezando y cayendo el bailarín disfrazado de bailarina al que asoma una frondosa mata de pelo del pecho está confundiendo y desmontando lo normativo, pero no menos que el que, perfectamente caracterizado de mujer, evoluciona por el escenario con la gracia de un cisne volando.
Como consecuencia, el género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza; el género también es el medio discursivo/cultural a través del cual la "naturaleza sexuada" o "un sexo natural" se forma y establece como "prediscursivo", anterior a la cultura, una superficie políticamente neutral sobre la cual actúa la cultura.
Judith Butler