Un antiguo filosofo ha dicho que si se anota cuidadosamente todo lo que nos toca vivir, se convierte uno, sin saber una palabra de filosofía, en filósofo.
Søren Kierkegaard, Diario de un seductor.
Reestrenaron hace poco en los cines 2001, una Odisea en el Espacio, de Stanley Kubrick. Una oportunidad para disfrutar a lo grande una película que dado el año en que se rodó, pocas personas podemos haberla visto en una sala. Increíblemente la cinta es de 1968, año en el que soviéticos y americanos mandaban sondas a la Luna y hasta consiguieron hacer una órbita tripulada al satélite sin aterrizar en él aún.
Y con esta llevamos este año tres clásicos de la ciencia ficción que no me he querido perder en los cines Renoir: Alien, el octavo pasajero, Blade Runner y la ya nombrada odisea. Aún queda por disfrutar de Mad Max, salvajes de la autopista (en cartelera) y esperemos que otras muchas en el futuro. Por ahora ha merecido la pena, especialmente con esta última, que pierde mucho vista en una pantalla pequeña.
Kubrick trata de lanzar sobre la humanidad una mirada distante, como la que pudiera lanzar un antropólogo extraterrestre.
Es una película arriesgada. Hoy en día no pasaría los filtros de populacherismo de las productoras cinematográficas. Comienza la película sin diálogos, dejando que el espectador interprete lo que ve. Una larguísima secuencia de psicodelia al caer por el agujero de gusano con la música vanguardista de György Ligeti y, sobre todo, el rigor científico del silencio en el espacio, de las maniobras de acoplamiento orbital, una nave diseñada adecuadamente para reentradas atmosféricas como transbordador y otra distinta pensada para el viaje desde la órbita de la Tierra hasta el punto Lagrange entre Io y Júpiter... demasiado rigor. La gente quiere (¿realmente quiere?) escuchar explosiones en el espacio, ver a héroes y villanos arquetípicos esquivar rayos láser, viajar a velocidades superiores a la de la luz y aterrizar con la misma nave en la superficie de otro planeta lleno de extraterrestres antropomorfos con pequeñas variaciones de color de piel. Lo que parece que los productores, o la gente, quieren es una película del oeste pero llena de tecnología modernísima, una historia de amor (mejor si es con extraterrestra antropomorfa), una persecución dramática y una batalla final. Que ganen los buenos y mueran los malos: Space Opera.
Me resulta llamativo como somos capaces de percibir unas situaciones sociales mientras que se nos escapan otras. Como puedes llegar a casa de unos extraños y ser capaz de ver detalles que ellos, los habitantes de esa casa después de años, no perciben. Por el contrario, que te sorprenda por completo algo que parece saber todo el mundo menos tú. Cómo percibes al momento que unos desconocidos en un restaurante, unos padres, no valoran a su hijo pequeño y le exigen mucho al mayor, no solamente sin que ellos lo vean, sino que lo negarían vigorosamente a cualquiera tratase de convencerles de ello. Que, en un momento dado todo el mundo sepa que alguien siente atracción sentimental hacia tu persona y que te manda señales claras como las aguas de una laguna de los Alpes mientras tú andas dando vueltas sobre si le caes mal o solamente regular. Lo que técnicamente se conoce como "estar a por uvas".
Un etnolingüista se puede pasar un largo periodo de años viviendo con un grupo al que está observando y, de pronto, verse sorprendido un día por una conducta que todos ellos son cabalmente capaces de justificar e interpretar y para la que él antropólogo desconcertado no encuentra una explicación "desde fuera". Sin embargo puede tropezar con una "invariable cultural" a los diez minutos del primer contacto y ser capaz de entender el porqué de una costumbre y adivinar como va a reaccionar todo el mundo mejor que los aborígenes.
Las observaciones y descripciones "desde dentro" o "desde fuera" puras son, en realidad, imposibles para un ser humano. El investigador siempre va a llevar consigo la carga de sus propios prejuicios y de la educación que ha recibido. Habría que ser un dios o una inteligencia extraterrestre, quizá una mezcla de ambos, como el monolito TMA-1, para no llevar encima la "carga" que supone el hecho de que el antropólogo también es un aborigen (de alguna parte) y que cualquier convivencia acabará suponiendo una cierta mutua "contaminación" (a veces tienen dos bracitos, dos piernecitas y dicen "pa-pa". Las contaminaciones mutuas, digo. Aunque en esos casos se puede poner en duda con fundamento la neutralidad de las observaciones, y cabe la hipótesis de que el "científico" haya hecho algo más que observar, unos "encuentros algo más que en la tercera fase").
Me pregunto si un observador de otro planeta nos sabría interpretar y comprender adecuadamente. Si le pareceríamos simples "bichos" irracionales imposibles de entender o, por el contrario, nos entendería, sub specie aeternitatis, mejor de lo que nosotros nos conocemos. ¿Seríamos para ellos una caja negra o completamente transparentes? ¿Les fascinaríamos o les aburriríamos? Los rituales de cortejo... ¿parecerían evidentes o se les escaparía por completo el proceso?
Quizá el monolito anotase hoy en su cuaderno de bitácora: Siete de mayo del año 2015 según el calendario local. Madrid (40°25′01″N 3°42′13″O). Los humanos que se ven incompetentes en producir una situación de encuentro sexual y son incapaces de ir más allá del cortejo sufren en silencio como si tuvieran hemorroides, tratando de conquistar por el método de invitar a bebidas (Fanta, por ejemplo) o a tomar parte en actividades de naturaleza, fracasando permanente en el intento de lograr el objetivo de parecer intelectuales maduritos ilustrados y atractivos al otro sexo de la especie.
A pesar de todo mi intuición es que en caso de contacto con extraterrestres, por muy avanzada que sea otra inteligencia u otra tecnología, nos entenderían y nos invitarían a una segunda cita... ya veremos si con honestas intenciones.
Y los humanos somos facilones...
Y con esta llevamos este año tres clásicos de la ciencia ficción que no me he querido perder en los cines Renoir: Alien, el octavo pasajero, Blade Runner y la ya nombrada odisea. Aún queda por disfrutar de Mad Max, salvajes de la autopista (en cartelera) y esperemos que otras muchas en el futuro. Por ahora ha merecido la pena, especialmente con esta última, que pierde mucho vista en una pantalla pequeña.
Aparece un monolito misterioso en África hace 4 millones de años para dar a la humanidad una "patada en el culo" evolutiva, sembrando la inteligencia en la Tierra como un agricultor planta ajos. |
Es una película arriesgada. Hoy en día no pasaría los filtros de populacherismo de las productoras cinematográficas. Comienza la película sin diálogos, dejando que el espectador interprete lo que ve. Una larguísima secuencia de psicodelia al caer por el agujero de gusano con la música vanguardista de György Ligeti y, sobre todo, el rigor científico del silencio en el espacio, de las maniobras de acoplamiento orbital, una nave diseñada adecuadamente para reentradas atmosféricas como transbordador y otra distinta pensada para el viaje desde la órbita de la Tierra hasta el punto Lagrange entre Io y Júpiter... demasiado rigor. La gente quiere (¿realmente quiere?) escuchar explosiones en el espacio, ver a héroes y villanos arquetípicos esquivar rayos láser, viajar a velocidades superiores a la de la luz y aterrizar con la misma nave en la superficie de otro planeta lleno de extraterrestres antropomorfos con pequeñas variaciones de color de piel. Lo que parece que los productores, o la gente, quieren es una película del oeste pero llena de tecnología modernísima, una historia de amor (mejor si es con extraterrestra antropomorfa), una persecución dramática y una batalla final. Que ganen los buenos y mueran los malos: Space Opera.
Me resulta llamativo como somos capaces de percibir unas situaciones sociales mientras que se nos escapan otras. Como puedes llegar a casa de unos extraños y ser capaz de ver detalles que ellos, los habitantes de esa casa después de años, no perciben. Por el contrario, que te sorprenda por completo algo que parece saber todo el mundo menos tú. Cómo percibes al momento que unos desconocidos en un restaurante, unos padres, no valoran a su hijo pequeño y le exigen mucho al mayor, no solamente sin que ellos lo vean, sino que lo negarían vigorosamente a cualquiera tratase de convencerles de ello. Que, en un momento dado todo el mundo sepa que alguien siente atracción sentimental hacia tu persona y que te manda señales claras como las aguas de una laguna de los Alpes mientras tú andas dando vueltas sobre si le caes mal o solamente regular. Lo que técnicamente se conoce como "estar a por uvas".
Un etnolingüista se puede pasar un largo periodo de años viviendo con un grupo al que está observando y, de pronto, verse sorprendido un día por una conducta que todos ellos son cabalmente capaces de justificar e interpretar y para la que él antropólogo desconcertado no encuentra una explicación "desde fuera". Sin embargo puede tropezar con una "invariable cultural" a los diez minutos del primer contacto y ser capaz de entender el porqué de una costumbre y adivinar como va a reaccionar todo el mundo mejor que los aborígenes.
HAL 9000, el ordenador de la nave. Otra inteligencia inhumana o, por el contrario, humana, demasiado humana... ¿Está la propensión al asesinato entre las funciones básicas de cualquier ser consciente?
Las observaciones y descripciones "desde dentro" o "desde fuera" puras son, en realidad, imposibles para un ser humano. El investigador siempre va a llevar consigo la carga de sus propios prejuicios y de la educación que ha recibido. Habría que ser un dios o una inteligencia extraterrestre, quizá una mezcla de ambos, como el monolito TMA-1, para no llevar encima la "carga" que supone el hecho de que el antropólogo también es un aborigen (de alguna parte) y que cualquier convivencia acabará suponiendo una cierta mutua "contaminación" (a veces tienen dos bracitos, dos piernecitas y dicen "pa-pa". Las contaminaciones mutuas, digo. Aunque en esos casos se puede poner en duda con fundamento la neutralidad de las observaciones, y cabe la hipótesis de que el "científico" haya hecho algo más que observar, unos "encuentros algo más que en la tercera fase").
Me pregunto si un observador de otro planeta nos sabría interpretar y comprender adecuadamente. Si le pareceríamos simples "bichos" irracionales imposibles de entender o, por el contrario, nos entendería, sub specie aeternitatis, mejor de lo que nosotros nos conocemos. ¿Seríamos para ellos una caja negra o completamente transparentes? ¿Les fascinaríamos o les aburriríamos? Los rituales de cortejo... ¿parecerían evidentes o se les escaparía por completo el proceso?
Los agujeros de gusano son una posibilidad teórica dentro de la Teoría de la Relatividad. Su aspecto de fiesta de tripis en una discoteca de los setenta, una licencia de Kubrick. |
El papel del "manolito" en las últimas escenas de la película quedan abiertas a la interpretación del espectador |
Y los humanos somos facilones...
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